"...con la moral y con la fuerza...

"...con la moral y con la fuerza...
recuperar el MAPU...!!!

lunes, 29 de junio de 2009

NO NOS PODEMOS QUEDAR AL BORDE DEL CAMINO



No os dejéis arrastrar a la catástrofe. Si os empujan, sublevaos. Muramos por la libertad de la Patria y no al servicio de los patrones extranjeros".

Con la resistencia no alcanza, sin contraataque no hay victoria.
Los siguientes son, en resumen, los acuerdos principales del Pleno realizado por los colectivos Mapu el 17 de Enero de 2009.
Reafirmar la voluntad de continuar en la tarea de reconstruir el Mapu como Movimiento de Acción Popular Unitaria, pese a las dificultades encontradas y a los obstáculos colocados por quienes no quieren un Chile democrático y popular.
Felicitar a los compañeros y compañeras que alimentan los blog MAPU en las distintas regiones, por todo el esfuerzo y dedicación que han entregado, creando de esta manera una herramienta importante para el trabajo comunicacional en la perspectiva de la reconstrucción del Partido.

Confirmar la línea de acción unitaria y de lucha por un Chile democrático y popular, invitando a las demás fuerzas políticas populares a desarrollar un proceso de debate y acción conjunta, que nos lleve pronto a unificar criterios de manera de levantar un programa mínimo para una nueva democracia.

Programa mínimo:

Nueva Constitución:
La formulación de una nueva Constitución debe ser parte fundamental de la acción de los órganos del Poder Popular. Un nueva Constitución para un Chile Democrático y Popular, debe surgir desde la base social y de esta manera ser la voluntad de la gran mayoría del pueblo chileno y no de un sector pequeño y acomodado.

Este programa mínimo deberá incluir la recuperación de nuestras riquezas naturales básicas como el agua, el cobre, el mar, los bosques, etc. ya sea en la forma de nacionalizaciones, como en otras fórmulas que aseguren su aporte al desarrollo de nuestra sociedad y su manejo al servicio de los intereses de los chilenos.

Además, el programa democrático y popular deberá asegurar una auténtica participación desde la base, estimulando la creación de organismos de Poder Popular que sean expresión de los intereses de las masas proletarias, desde la comuna, la provincia y la Región, para concluir en una gran Asamblea Nacional del Poder Popular.

La salud, la educación y la vivienda, como también la locomoción, deberán estar aseguradas para todos los chilenos que no tengan los medios para vivir en forma digna.

La creación de un sistema de seguro social en manos del Estado deberá ser otra de las prioridades de este programa.
Consulta sobre posición frente a próximas elecciones:

La decisión sobre a quién apoyar en las futuras elecciones presidenciales o anular el voto, como el apoyo a determinados candidatos a parlamentarios, deberá ser tomada por el MAPU mediante un proceso de consulta y debate interno el cual deberá atender las diferentes posiciones que se puedan plantear.
Creemos necesario centrar el debate no tanto en los nombres de eventuales candidatos, como sí en el programa que queremos levantar como banderas de lucha frente al próximo gobierno y al nuevo parlamento a elegir.

El partido MAPU, no considera pertinente centrarse en la sola perspectiva de las elecciones sino existen las garantías de una constitución legítima que resuma fiel y debidamente la voluntad de la gran mayoría del pueblo chileno, para ello se deben generar las acciones de los órganos del Poder Popular.
Asamblea Constituyente.
Debemos generar las condiciones para una nueva Carta Magna para un Chile que debe ser Democrático y Popular, y esta carta fundamental debe representar los intereses verdaderos de la base social y de esta manera ser la voluntad de la gran mayoría de nuestro pueblo.

Sobre la agresión Al nuestro pueblo Mapu:

El MAPU repudia las agresiones terroristas que el Estado chileno a través de policías y Fuerzas Armadas ejercen contra las comunidades mapuche que ejercen su derecho a defender su territorio ancestral, incluyendo su espacio marítimo natural y las aguas a que toda comunidad tiene derecho. Exigimos verdad y justicia ante los asesinatos de jóvenes y adultos mapuche, para que nunca más se repitan. Exigimos que no haya una burla legalizada de los tratados internacionales, rechazando un falso reconocimiento constitucional no consultado a los propios pueblos indígenas.

Asimismo, rechazamos las agresiones ambientales contra todo derecho, que conculcan el derecho que los pueblos del Norte de Chile tienen a sus aguas, y el derecho de todos los habitantes del país a un ambiente libre de contaminación: rechazamos la arbitraria decisión del Gobierno a levantar megaproyectos termoeléctricos en contra de la voluntad soberana de los vecinos que se oponen a ellas, en las Regiones IV, VII y XI, y donde sea que estos proyectos perjudiquen a la población.

A CONVERTIR EL DESCONTENTO EN REBELDIA Y PODER POPULAR

jueves, 18 de junio de 2009

...cuando la historia se parece al olvido...


La historia de asesinatos en la cual a estado involucrado Alan García no debería ser nueva para los LATINOAMERICANOS,
García Pérez es un asesino
En la localidad de los Molinos-Jauja, Provincia de Jauja, Departamento de Junín El Departamento de Junín es una de las 25 circunscripciones departamentales del territorio peruano, ubicado en la parte central del país y abarca territorios de sierra y de selva amazónica, todos al oriente de la Cordillera de los Andes. Limita con las regiones Pasco, Ucayali, Cusco, Ayacucho, Huancavelica y Lima.
Un 28 de abril de 1989, las fuerzas guerrilleras del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru - MRTA del Perú, Se enfrentaron heroicamente en cruento y desventajoso combate con las fuerzas del ejército peruano. El ejercito no pudo detener a los 67 guerrilleros y le fueron requeridas cuatro horas en las cuales fueron necesarios el apoyo de la artillería aérea, solo con eso lograron debilitar la férrea defensa y la resistencia de los jóvenes combatientes.
La pampa le jugaba en contra. En un repliegue necesario hacia otros sectores los camaradas fueron cayendo, el apoyo de los lugareños no fue suficiente los esfuerzos fueron inútiles, los hombres y mujeres combatientes diezmados unos muertos otros solo heridos sin embargo al final del combate solo bajas guerrilleras.
Todos fueron ejecutados por orden del Alan García Pérez
En esa oportunidad junto a los guerrilleros peruano cayeron los combatientes bolivianos: Emigdio Díaz Colque y Carlos Valderrama, entonces militantes del Eje de Convergencia Patriótica (EJE-CP) partido político de izquierda, que tuvo una importante actividad política en el escenario boliviano desde el año 1985 a 1998. Los compañeros: Emigdio y Carlos eran combatientes internacionalistas.

Horas después del enfrentamiento, helicópteros del Ejército descendieron en las localidades de Coriac y Los Molinos, circundantes a lugar de la refriega, y procedieron a detener a numerosos pobladores, entre los que se encontraban las siguientes personas:
- Raúl Alfredo Salas Chocas,
- Wilson Edgard Salas Huánuco,
- Nicolás Chocas Cavero,
- Fredy Félix Flores Salas (menor),
- Teódulo Fermín Simeón Yarigaño,
- Jaime Jesús Montalvo y
- José Camarena Peña.
En Molinos se ejecuto a muchos guerrilleros ya sin capacidad de combate ni resistencia, la Corte Interamericana se ha pronunciado con respecto a las ejecuciones

Masacre en El Frontón (1986)
En 1917 fue construida en la Isla El Frontón la primera prisión, durante el Gobierno de José Pardo.(Perú). Durante los años que funcionó no sólo fue centro de reclusión de delincuentes, también estuvieron personajes políticos opuestos a los regímenes de turno, como el ex Presidente Fernando Belaunde
Más de 200 internos de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara murieron ejecutados extrajudicialmente por agentes del Estado, en un motín.
Han pasado 23 años, y hasta el momento, no se ha logrado justicia por la ejecución extrajudicial de más de 200 internos acusados o sentenciados por terrorismo durante los motines registrados en los penales de El Frontón,(isla) Lurigancho y Santa Bárbara.(ciudad de Lima)
Durante la madrugada del 18 de junio de 1986, los internos pertenecientes a Sendero Luminoso iniciaran un motín en el Pabellón Azul del penal de El Frontón, en el Callao. Lo mismo ocurrió en el penal de San Juan de Lurigancho y en el Penal de Mujeres de Santa Bárbara.
Aquel 18 y 19 de junio de 1986, los agentes del Estado contrarrestaron el debelamiento de los internos con el uso deliberado y excesivo de la fuerza, y pese a que los reclusos se habían rendido y estaban controlados, los aniquilaron sin piedad.

Si la memoria no nos engaña... ¿el presidente del Perú?…Alan García Pérez.

Compañeros que puede sorprendernos es la politica de un estado no muy similar a este…o hemos olvidado a los nuestros…en el sur, solo en el sur …no hay que ir demasiado lejos.

ex combatiente MRTA/Perú

Alan Garcia Perez...el genocida


COMPARTIMOS PLENAMENTE LAS EXPRESIONES DE ESTA DECLARACIÓN DE NUESTRO HERMANO PARTIDO DE LOS TRABAJADORES:
Una vez más la mano negra de las fuerzas del capital, del imperio y de los poderosos actúa sin miramientos contra la lucha de un pueblo. En esta oportunidad ha sido el esbirro imperialista Alán García quien en Perú soltó sus fuerzas represivas contra los pueblos indígenas de la Amazonía.
Cuándo los pueblos hermanos Awajún-Wampis llevaban casi dos meses exigiendo pacíficamente por sus derechos el genocida Alán García inicia su cacería contra un pueblo que solo contaba con lanzas y palos para defenderse de un posible ataque, una masacre dirigida contra personas que pasaban hambre, sed, cansancio y enfermedades.
Es por esto que hacemos nuestras las palabras publicadas en la prensa crítica El Insurgente que afirma “Para las organizaciones indígenas de Bolivia, Alan García es sinónimo de neoliberalismo genocida. ‘El antiperuano, antilatinoamericano, antihumano es el neoliberalismo, es el colonialismo, es el imperialismo y por tanto es el capitalismo’, llegó a decir hace poco el presidente de Bolivia, Evo Morales,cuando sostuvo una dura confrontación verbal con García.‘Los que defienden el colonialismo y el imperialismo son los verdaderos enemigos de los pueblos de Latinoamérica y no solamente de un país’, dijo al referirse al Presidente peruano que este viernes ordenó meter fuego a la Curva del Diablo.”
Nuestro partido, el Partido de los Trabajadores de Chile, solidariza con las luchas de los pueblos indígenas de la Amazonía y adhiere a todas las expresiones de apoyo que hoy se impulsan a lo largo de todo el mundo. No debemos olvidar que su lucha por rescatar de las garras depredadoras del neoliberalismo (capitalismo) y del imperialismo ese bello y natural pedazo de tierra de nuestro planeta, es también nuestra lucha y nuestro futuro humano y digno.
El Trabajo periodico del Partido de los Trabajadores (PT) 13de junio 2009

domingo, 14 de junio de 2009

El cinismo, la mentira y la izquierda revolucionaria en Chile


Me dirijo a los hermanos de ruta, a los compañeros de historia, a mis camaradas: a los revolucionarios.

Hace ya mucho que la izquierda y los revolucionarios fuimos derrotados por nuestros enemigos de clase. Y hace ya tiempo también, que la izquierda y los revolucionarios nos empeñamos por superar esta derrota e iniciar nuevamente un proceso de reconstrucción orgánica, de rearme ideológico y de recomposición moral. En función de esta necesidad histórica, nos servimos de la experiencia y del legado moral que las generaciones anteriores nos dejaron como lecciones de consecuencia, entrega, combatividad, heroísmo y compromiso revolucionario. De este pasado extraemos los valores y principios que sostienen y dan posibilidad de futuro a nuestra lucha, y desde estos valores, hacemos los esfuerzos por levantar la estructura que sea la fortaleza de nuestras ideas y de nuestra práctica de clase.
Sin embargo, hace ya mucho también que, los valores del enemigo se han hecho parte del acervo cultural de gran parte de esta izquierda y por lo mismo, los empeños que se invierten para remontar la lucha revolucionaria se retrasan y nuestros objetivos se vuelven una y otra vez a postergar en el tiempo. En casi 20 años, hemos ensayado cientos de fórmulas para salir del atolladero. Están, como experiencia, desde los círculos de estudios y formación, pasando por los colectivos sociales y políticos, hasta repitiendo más de una vez la idea de los frentes y la organización de partido. Casi inexcusablemente nos hemos sentido necesarios y hasta imprescindibles en aquellas dinámicas. Nos parece, por lo tanto, muy justo valorar y considerar como un gran y significativo aporte, cada uno de los esfuerzos realizados en estas casi dos décadas de subsistencia política.
Parte de los años ochenta, todos los años noventa y los ya dos tercios recorridos de la primera década de este nuevo siglo, se pueden caracterizar como un periodo copado de muchos y variados esfuerzos que en lo fundamental apuntaron a retomar la iniciativa estratégica, pero, lamentablemente, sobre un escenario vacío de los principales antagonistas: la clase obrera y el pueblo. Una pequeña franja de jóvenes acompañados de unos pocos ex militantes, constituyeron la nueva fuerza de luchadores que enfrentaban como realidad un modelo económico en crisis, pero funcionando dentro de estructuras de dominación política ya suficientemente consolidadas; además de situarse al frente de una clase dominante unida estratégicamente y con una gran capacidad de administración, que les hizo posible prolongar hasta hoy las dificultades estructurales del modelo y su colapso. Este será el contexto que en primer lugar hará inoperante la retoma de la iniciativa. El reflujo social y político, no pulsado con rigor por esta nueva generación, significó profundizar los niveles de atomización a esta izquierda consecuente y a los revolucionarios, aislándonos aún más de las mayorías que ya habían encaminado su rumbo por los senderos del consenso burgués.

LOS CAMINOS HACIA EL PANTANO
Las ofertas culturales del capitalismo encontraron su terreno fértil en los fenómenos de atomización orgánica, fragmentación social y dispersión ideológica de los sectores obreros y populares, incluidos en estos, obviamente, la izquierda y los revolucionarios. Difícilmente los pequeños grupos que enfrentaban de manera activa al sistema, podrían mellar con sus acciones al contenido atrayente del “bienestar” consumista, al afán individualista y a la alienante competencia dada para complacer el arribismo social que había inoculado el sistema en cada una de las cabezas “ciudadanas”. La marcha por el endeudamiento y por el sobre endeudamiento ya se había iniciado en la década de los setenta y en los ochenta las tarjetas de crédito lucían brillantes hasta en las billeteras de muchos militantes de la izquierda anti-sistémica. Las justificaciones para legitimar tamañas novedades iban y venían del mismo modo que la Concertación justificaba la interminable “transición” a “la democracia”. La nueva fuerza, intentaba ser un baluarte de justicia frente a las mentiras y falsas promesas de los sectores dominantes, y su rechazo ético al sistema que tenía como contraparte la moda del pragmatismo político, la convertía en una izquierda marginal y distanciada de los espacios ocupados por las mayorías que, sólo ponían atención a las ofertas del gran capital financiero internacional. Difícilmente esta franja de revolucionarios pudo quedar libre de alguna contaminación ideológica burguesa, sobre todo en las condiciones de auto-“marginalidad” que asume. La identidad que se busca rescatar, definitivamente se altera o se pierde, cuando sin darse cuenta abre espacio en su seno, a todo un andamiaje conceptual dentro del cual la idea de diversidad, se constituye en un importante eje de desarrollo ideológico que, la propia clase dominante había elevado como la propuesta preferente de su consenso inter-burgués.
Colocada en una situación de minoría; sin contar con espacios amplios de gravitación social; sin el ejercicio del debate al interior de una ausente clase obrera independiente y activa, crítica y con capacidad de control moral; sin la oportunidad de confrontar las ideas de cara a los acontecimientos históricos. En definitiva, esta izquierda revolucionaria minoritaria, se enreda y confunde con sus auto-referencias y sus “verdades propias”, perdiendo así el norte dialéctico de su dinámica, para finalmente caer cautiva de marxismos sui generis que, han resultado altamente nocivos y hasta contrarrevolucionarios en sus premisas. La constatación que se advierte y que resulta dialéctica en su naturaleza, es que no será posible constituir a la clase para sí, sin la existencia del instrumento organizador, educador y conductor de los trabajadores y el pueblo: el Partido Revolucionario. Así también, no será nunca posible sostener en el tiempo la naturaleza revolucionaria del Partido de la clase, si no se cuenta con una Fuerza Social Revolucionaria activa y que desarrolle un protagonismo transformador en los ámbitos políticos, económicos y sociales. Esta retroalimentación n entre partido y masas será la condición que allane el proceso de acumulación de fuerzas y le devuelva a las masas su soberanía y poder político. Lo que ahora está dado, es una frágil voluntad por dotar a la experiencia militante, de los conocimientos y de los principios que den consistencia y rigor científico a la tarea de edificación del polo revolucionario y que sea alternativo en todos los sentidos al bloque dominante.
Para entendernos, haremos un recorrido temporal sucinto, a las fases de desarme de la izquierda revolucionaria, y él como hemos caído en el actual momento de descomposición n que arrastramos ya desde hace dos décadas, y que han acentuado la crisis del campo popular y prolongado en el tiempo el vacío de conducción revolucionaria.
A fines de los años 80 la crisis de la izquierda deriva en a lo menos tres situaciones negativa que instalan una correlación de fuerzas desfavorable para los sectores dominados y serían las siguientes:
Capitulación y subordinación de un sector importante de la izquierda al proyecto de la oposición burguesa. Año 86-87. El Partido Socialista Almeyda, se integra a la “Alianza Democrática” y arrastra al Partido Comunista a la demanda de elecciones libres, legitimando con ello el itinerario político diseñado por el Departamento de Estado Norteamericano, para el término de la dictadura y que llamaron “Acuerdo Nacional”.
El Partido Socialista, el Partido Comunista y el equipo de Alianzas del MIR, deciden cancelar la experiencia del Movimiento Democrático Popular (MDP) en el intento de posibilitar un acuerdo político con la “Alianza Democrática” (Mesa Política Privada) y deciden el impulso de “Las Mesas de Concertación” sustituyendo con ello a “Las Coordinadoras de Masas” que tenían un carácter más ofensivo y rupturista y que expresaban un protagonismo más directo de los sectores sociales. Se abandona al nivel cupular, la lucha democrática independiente y se reflotan en el PC y PS las viejas concepciones reformistas, estimulando a los sectores sociales a que se subordinen a la táctica burguesa opositora que levantó como referente central un organismo cupular que llamaron “La Asamblea de la Civilidad”, instrumento que asume como tarea, encabezar las negociaciones con el instrumento pro-gobierno, “El Acuerdo Nacional”.
Como resultado del abandono de la lucha popular independiente, se comienzan a manifestar fisuras en la izquierda y en los sectores revolucionarios. Este proceso deriva en una crisis generalizada que termina produciendo la división de los partidos cuya expresión se traduce en la generación de un polo reformista y otro revolucionario. El reformismo se realinea sumando además en esta iniciativa a la militancia escindida de los sectores revolucionarios. En el intento de disputarle la influencia a la oposición burguesa, constituye para la ocasión el partido electoral PAIS, que representó el absoluto divorcio con los objetivos históricos de la izquierda e incluso con los objetivos de clase del reformismo obrero de antaño.
Son entonces, las profundas debilidades de los revolucionarios y las explícitas posturas capitulacionistas y conciliadoras del reformismo de izquierda, los que posibilitan la derrota ideológica de los sectores obreros y populares, que se sumará a la ya consumada derrota político-militar de la franja revolucionaria. El reflujo comenzado a mitad del año 1986 (año decisivo) con el aborto de la táctica del “Alzamiento Democrático de Masas” y la consiguiente frustración que significó para los sectores más avanzados en conciencia, devino en un fuerte y negativo impacto moral para la resistencia obrera y popular. El importante, significativo y provechoso estado de cohesión ideológico que se había logrado a lo largo del proceso de acumulación de fuerzas en el desarrollo de la lucha antidictatorial, se eclipsa de modo abrupto y comienzan a operar con respecto a las condiciones objetivas, formas de ver y entender los hechos que difieren radicalmente de los análisis marxistas de la realidad; por lo tanto se pierde la visión científica acerca de los acontecimientos. Las lecturas de la realidad, comienzan a tener en el seno de la propia izquierda revolucionaria un sesgo unilateral y absolutamente relativo, lo cual dio para que algunos intelectuales y líderes se rindiesen acríticamente al proyecto burgués opositor a la dictadura. Tales ejercicios intelectuales que van incidiendo en la experiencia práctica de los militantes, determinan el fortalecimiento de la renovación socialista, que en algún momento se batió en retirada, pero que dada esta crisis irrumpe con nuevos bríos, hermanada a sus nuevos camaradas ideológicos: los miristas y comunistas renegados. Sin constituir estos sectores un bloque único, se identifican con el discurso de ir valorando al interior del campo obrero y popular la democracia burguesa, y arriban a entenderla como un sistema justo, neutral y sin apellido de clase, legitimándola como opción política. La atomización se extiende como fenómeno político y social y la dispersión ideológica va dividiendo y subdividiendo a los revolucionarios, haciendo que en los pequeños grupos “el tuerto en el país de los ciegos se convierta en rey”.
2. Fukuyama y el postmodernismo se perfilan como la moda intelectual de los 90. Con el derrumbe del socialismo real, muchos de los pensadores de la izquierda ya centrista o ya reformista involucionan, comienzan a confesar culpas y reniegan de sus principios para compartir la misma mesa con el enemigo de ayer. En el campo revolucionario las visiones autonomistas y el caudillismo empiezan a erosionar los cimientos valóricos; al punto de convertir muchas experiencias orgánicas en los “laboratorios de experimentación n” de los complejos psicológicos de militantes seducidos por los afanes de figuración personal. Con justa razón se entendió el surgimiento de los colectivos, como la forma más genuina de la crisis y derrota de la izquierda y los revolucionarios, esta forma de organización representó el estado concreto de la atomización en el que había caído de manera lamentable la izquierda reformista como revolucionaria. En los colectivos, que aparentaban las maneras democráticas con su horizontalismo a ultranza, es en donde más patente quedó el profundo grado de distanciamiento y divorcio de la izquierda con las grandes mayorías. En los colectivos, la izquierda y los revolucionarios nos mentíamos un papel de vanguardia y liderazgo que no poseíamos y que engañosamente nos iba ovillando hasta hacernos mirar nuestro propio ombligo.
Los nuevos dirigentes y líderes, particularmente los elementos más jóvenes, desarrollan su rol y responsabilidad con un déficit significativo de preparación teórica; es más, muchos de ellos asumen la cruzada de descalificar todo esfuerzo que tienda a explicar los hechos desde una plataforma analítica. La soberbia y arrogancia caracterizaron en muchos espacios de encuentro de la izquierda, la conducta y actitud política de los militantes organizados en colectivos. El desprecio y rechazo a los militantes que intentaron una postura de evaluación intelectual de lo coyuntural, fue una conducta recurrente, el intento de análisis simplemente fue tratado como un ejercicio inútil, “pajero” y denso frente a opciones de naturaleza voluntaristas, espontaneistas y que sus actores reivindicaron como lo único válido, en tanto se trataba de una práctica de enfrentamiento directo con los aparatos represivos en la lucha callejera.
3. LUCHAR, LUCHAR, PERO SIN OBJETIVOS CLAROS
Lo anti sistémico, sintetizó el voluntarismo colectivista de casi dos décadas. A finales de los 80 y toda la década del 90, al margen de todo análisis e indiferentes de donde estaba situada la mayoría, se yerguen en la escena política nacional cientos de átomos políticos y sociales que pretendieron dar cuenta de los antagonismos de clase, paradójicamente soslayando el sentido y análisis de clases de tales enfrentamientos. Sin duda que el marco de fondo apuntaba a las falsas promesas, al populismo y demagogia de la clase dominante, que rápidamente había homogenizado sus intereses y que ya caminaban orientados por el “Consenso de Washington”. El radicalismo de la nueva generación, no hilaba ni pretendía hilar fino. Para estos actores políticos y sociales, todo olía a podredumbre y lo único que restaba era la acción directa de masas, aunque sin masas. La consigna que reflejaba este ánimo la construyeron el año 96, los estudiantes universitarios de la USACH: “Si las calles arden es porque aquí no ha cambiado nada”. Sin embargo, siendo razonable lo que esta consigna resumía, lo que no se entendía a nuestro juicio, era la relación dialéctica y directa entre la derrota y la superestructura ideológica del régimen, erigido para conducir la nueva etapa del Estado burgués. En este sentido, el nuevo liderazgo revolucionario, pierde de vista al Estado como el instrumento desde el cual la burguesía proyecta su dominación en el terreno de las ideas, y lo ven como un factor pasivo que no produce ni concentra la dominación, de ahí que no se sienta la urgencia ni la obligación de elaborar un programa que represente una concepción integral de sociedad y que nutra teóricamente las aspiraciones populares del momento, respecto de posturas como estas Lenin nos dice que: “La lucha por arrancar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general y de la burguesía imperialista en particular, es imposible sin una lucha contra los prejuicios oportunistas relativos al 'Estado'.” (1), es bueno señalar que el contexto de las postrimerías de los 90, se muestra como la etapa de mayor dispersión ideológica en el seno de la izquierda y los revolucionarios. En este tiempo, en muchos colectivos comienza a cobrar fuerza la crítica al partidismo, se reivindica como más legítima la militancia social y de manera progresiva se va instalando una suerte de gremialismo de izquierda que; establece una dicotomía entre lo social y lo político e irrumpe con el discurso del autonomismo social y la idea de diversidad como negación a la homogeneidad de clase.
El nuevo liderazgo comete el error de ver y sentir como enemigo a las políticas (las agendas), a los planes coyunturales, a las medidas temporales que toma la burguesía para resolver sus problemas y proyectar sus intereses. No logra ver el conjunto de factores que intervienen en la lucha de clases y que configuran en la historia el reflejo estratégico de su poder e intereses. De ahí el carácter cortoplacista que tuvo todo el accionar de la izquierda y los revolucionarios a finales de los 90, justamente porque no estaba entendido el rol del Estado aún en condiciones de democracia burguesa formal. Lenin nos recuerda desde el marxismo que:”EI Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.” ( 2 )

La verdad es que en esta década se instaló un negativo fenómeno, que convirtió los espacios políticos y sociales en terrenos tremendamente áridos para el desarrollo del debate y la discusión, con la altura de miras que se precisaba para momentos tan adversos y complicados y que conformó la etapa más característica del reflujo de la clase.

(1). Lenin. V.I. “El Estado y la Revolución”. Pág., 2. Ediciones en lenguas extranjeras. Pekín 1975. 1ª edición 1966.
(2). Lenin. V.I. “El Estado y la Revolución”. Pág., 7. Ediciones en lenguas extranjeras. Pekín 1975. 1ª edición 1966.


A mitad de los 90 se va configurando un estado de miseria intelectual que nos permitiría hablar del comienzo de un analfabetismo cultural, situación que precisamente pone la ciencia a larga distancia de la práctica política y social. La inteligencia es exiliada institucionalmente de las universidades y de aquellos espacios que la hicieron en un momento su hija predilecta y legítima; como eran los medios de comunicación social y las tribunas de los centros de estudios e investigaciones; de paso se le niega hospedaje en los sindicatos y en las organizaciones populares. En este periodo, la inteligencia no contó en el mundo obrero con aliados, como si los tuvo en los comienzos del siglo XX con Luís Emilio Recabaren, Elías Laforet y tantos excelentes autodidactas del campo de los oprimidos, que la cultivaron y le dieron un lugar privilegiado en la marcha de los humildes hacia el saber y en la conformación de la conciencia de clase.
Mientras la mayoría de los viejos militantes se divorciaba de su matriz teórica, para incursionar en muchos casos en terrenos idealistas, los jóvenes de los activos políticos, también en su mayoría despreciaban el intelecto y combatían en el ejercicio político la necesidad de estudiar, reflexionar y debatir a la luz de grandes ideas. Hacer el intento por sistematizar los recorridos históricos, sintetizar la experiencia o analizar el básico estado de las relaciones sociales, era necesariamente un enfrentamiento aparentemente generacional porque, este intento a favor del pensamiento y del desarrollo del pensamiento, era insultado como anacrónico, como desfasado o simple y vulgarmente tratado de “paja mental” por gente que supuestamente nos quedamos en el pasado.
Al abrigo de estas circunstancias, los viejos y los nuevos militantes participamos e hicimos nuestras experiencias, y cada uno llevó la impronta de estos prejuicios y las distorsiones de querer avanzar sin la referencia teórica que, nos posibilitara orientar y ordenar nuestra marcha como explotados y oprimidos del capitalismo. En algún momento se asumió una suerte de acuerdo tácito, que en los espacios de discusión soslayaba recurrentemente los temas estratégicos, argumentándose que estos no nos acercaban y que por el contrario eran causa de división y retraso en la unidad. Esta posición que compartían muchos colectivos, cada día que pasaba era desmentida como una falsa postura y quedó demostrado que a la postre, tales argumentaciones, no fueron más que la gran justificación y el gran pretexto que utilizaron los caudillos para mantener a toda costa sus pequeñas propiedades o capillas político-ideológicas. Tarde nos dimos cuenta que la omisión de los grandes temas de fondo o estratégicos, nos condenaba a una eterna postergación del proceso de reconstrucción n orgánico, el rearme teórico y el desarrollo de la conciencia de clase. Obviamente, censurada esta discusión, los diferentes colectivos y/o pequeños partidos de la izquierda y los revolucionarios, nos estábamos negando la incorporación en el debate y la discusión, de toda la base científica desde la cual podía edificarse nuestra concepción del mundo y de la historia.
Mientras el enemigo consolidaba sus formas de dominación, inyectando en cada tramo de sus aplicaciones prácticas, la mayor cantidad de elementos “científicos”, aún cuando tales premisas se correspondiesen con las corrientes teóricas más unilaterales en la forma de explicarse los fenómenos de la realidad: Aún cuando, los modelos epistemológicos no superaran las nociones del empirismo, el sensorialismo y toda suerte de familiaridad argumentativa con el neo-positivismo. La clase dominante fue capaz de imponernos un “Consenso de Washington” que volvía a poner de pie los esquemas conservadores de la propiedad privada de los medios de producción, esta vez, sobre la base de una consistente revolución tecnológica de la cibernética y la informática, avances extraordinarios con los cuales se respalda toda la dinámica financiera y especulativa del gran capital imperialista. Así las pequeñas y grandes batallas del capital financiero internacional por una holgada hegemonía en el planeta, contó a cada momento, de una gran asistencia técnica e intelectual que hizo su juego seguro y exitoso. En estos casos, el ítem “asesoría” no pudo estar ausente de ningún presupuesto que pretendiera el financiamiento de cualquier estrategia de poder. De este modo, la clase dominante cubre todos sus espacios de planificación, con grandes y afiatados equipos de tecnócratas que a su vez se constituyen en sus representantes políticos. Al revés, en el campo popular, los actores orgánicos, desmerecían la labor de los intelectuales y asumían la lucha callejera como el único resorte de reconstrucción n posible.
CUANDO LA RAZÓN NO NOS ASISTELa década de los 90 que pudo ser un periodo de aprendizaje de lecciones históricas, un momento de autocrítica y de corrección de los métodos de construcción, un momento de análisis y profundización n teórica; lamentablemente se convierte en una etapa de autodesarme, de divisiones y subdivisiones, de fragmentación social y de dispersión en el plano de las ideas. Pero también, se convirtió para las nuevas generaciones de activos políticos y sociales, en un momento de ruptura con todo aquello que les pareciera causa de la derrota. Los militantes de los 60 y de los 70 no fuimos capaces –según ellos- de tomar el cielo por asalto y heredarles una sociedad nueva en la cual volcar todo su ímpetu imaginativo y creativo y el gran reproche que se instala, es que fuimos demasiados intelectuales y poco prácticos en el terreno de la lucha por el poder. Que particularmente los partidos de la izquierda revolucionaria, gastamos demasiado tiempo y energía en elaborados diagnósticos; pero, nos hicimos incapaces e impotentes para imponer revolucionariamente el remedio que nuestras sociedades necesitaban. La nueva hornada de jóvenes izquierdistas, ponen en entredicho, no sólo los métodos de lucha, no sólo el modelo orgánico, sino algo mucho más importante: la teoría revolucionaria. En razón de estos cuestionamientos, se abren grandes flancos de crítica al marxismo, particularmente a lo que se supone, sería su variable estalinista. Es aquí donde el postmodernismo arremete con sus juicios escépticos y poniendo el acento en la derrota, logra legitimar y justificar las visiones del radicalismo pequeño-burgués que posibilita el desarrollo de expresiones orgánicas seudo-anarquistas, que extrañamente conocen poco de Max Stimer, Proudhom, Bakunin, Malatesta, Kropotkin. Esta generación expresaba aversión al ejercicio intelectual, por lo mismo construyen sus argumentaciones con lecturas fragmentarias y desarrollan clichés sub-culturales que se asientan fundamentalmente en la irreverencia como conducta o comportamiento social.
Junto con el advenimiento de la Concertación como coalición de gobierno, el terreno de la izquierda y los revolucionarios, por los varios factores que ya hemos señalado en esta reflexión, como ya lo dijimos, se muestra como un espacio árido. Con una clase obrera y con amplias capas populares inmersas en un reflujo social y político profundo, atentos sólo a los cantos de sirena de la clase dominante. La vieja y nueva militancia queda reducida a pequeñas organizaciones, que más se asemejan a las estructuras de círculos de discusión política en tiempos de derrota. Es en estos espacios donde comienzan a cultivarse las desviaciones ideológicas, las trancas morales y los prejuicios que hacen crecer la desconfianza hacia uno u otro colectivo que se entienda como el rival o competidor, dentro de un falso proceso de acumulación de fuerzas que, precisamente por su naturaleza falaz, no convierte a ninguna de las orgánicas en la vanguardia revolucionaria que pretenden ser. Desde entonces a esta parte, la experiencia de la izquierda revolucionaria ha sido un permanente ciclo de encuentros y desencuentros, fusiones y divisiones que validan y confirman una y otra vez la egolatría y el personalismo enfermizo de los caudillos o “patrones de fundo” de las pequeñas capillas ideológicas. Ellos se nutren de las descalificaciones, de las injurias y vilipendios que lanzan contra aquellos militantes que les “roban protagonismo” o que demuestran ser más consecuentes, más capaces y más ejecutivos que ellos en la realización de las tareas revolucionarias. Estos caudillos que han surgido bajo el amparo de las debilidades de la izquierda y los revolucionarios, bajo la atmósfera de mediocridad que despliega la decadencia valórica del capitalismo, ellos y sus acólitos no sólo han retrasado los procesos de reconstrucción n orgánica, de unidad estratégica de los revolucionarios, sino que peor aún, premeditadamente se han propuesto enturbiar los vínculos básicos de relaciones y acuerdos, desde los cuales se pueden trabajar las confianzas políticas para avanzar hacia propósitos de acumulación y crecimiento de la influencia de los revolucionarios en el seno del pueblo. Es mucho ya el tiempo y son muchos los años en que han operado como si fuesen una quinta columna del enemigo. Muchas veces su conducta política ha resultado mucho más dañina que las tareas de zapa de los agentes del enemigo, y siguen en nuestras filas sin que ninguno, hasta hoy, hayamos tenido la capacidad de neutralizarlos o derechamente expulsarlos de las filas revolucionarias.
NO ECHAR LA CULPA AL EMPEDRADO
Hoy nos hacemos testigos de la reactivación social de algunos sectores de trabajadores y de algunos sectores del pueblo. Son sin duda, aquellos sectores que más contradicciones tienen con el modelo, y la lucha que han emprendido es una lucha valiosa, importante, pero de naturaleza economicista. De ninguno de los enfrentamientos dados, podemos rescatar un trasfondo político que cuestione los pilares de sustento del modelo y que serían el origen de los problemas por los cuales se movilizan. Aun cuando algunas orgánicas políticas, quieran ver en estas expresiones de protesta y descontento, un giro en las condiciones subjetivas y declarar que la lucha reivindicativa actual, se acompaña de un avance en la conciencia de clase de estos actores sociales, y que nos encontramos a las puertas de un nuevo periodo de la lucha de clases, pensamos hay una gran equivocación. Si bien estas dinámicas tienen niveles satisfactorios de organización y cuentan con liderazgo social, no es menos cierto que, tanto la organización como su liderazgo, manifiestan como contenido una demanda social de carácter sectorial, que precisamente, no asume el conjunto de problemas económicos, sociales y políticos que de ser tomados en cuenta, daría lugar a una plataforma más integral de lucha democrático-popular, y que reflejaría por lo tanto, un estadio mucho más elevado de conciencia.
Frente a estos embrionarios niveles de reactivación social, está presente otra realidad, pero que se plantea desde su ángulo negativo: el vacío de conducción revolucionaria. Si bien el enemigo de clase cumple con su cuota de causal en esta situación de debilidad y dispersión de los revolucionarios, también es real que otras causas y otros factores que condicionan la existencia de una dirección revolucionaria, se encuentran en nuestras propias filas. En este sentido, es bueno agudizar el sentido político y darnos cuenta que en nuestras propias organizaciones puede estar solapadamente presente el reformismo obrero o pequeño–burgués; puede estar el defensismo de izquierda, cuyas posturas centristas, se enuncian al interior de las organizaciones con postulados vacilantes que postergan permanentemente las tareas revolucionarias, so pretexto de que las condiciones objetivas nunca están maduras para la intervención de los revolucionarios; y el radicalismo pequeño-burgués s que a diferencia de los defensistas, proclaman coyunturalmente posturas ofensivas y radicales, pero que están carentes de finalidades programáticas y objetivos estratégicos. En esta última concepción, nos encontramos con los elementos más perniciosos en cuanto a las desviaciones ideológicas que se manifiestan en nuestras filas. El radicalismo pequeño burgués suele ser por razones de extracción social, una tendencia de características negativa y peligrosa en la organización revolucionaria, por su afán de poder y de control de la estructura orgánica y en razón de una auto-percepción n mesiánica, que pone en duda la capacidad teórica y política de conducción de aquellos militantes que no participan de su camarilla y de su política de pequeño círculo al interior de la organización revolucionaria; legitimando de este modo y en los hechos el fraccionalismo y la conducta tendenciosa solapada, encubierta, y que atenta permanentemente contra el Centralismo Democrático. Despliegan desde el pequeño grupo la actitud insidiosa contra cualquier militante que anule o ponga en peligro su influencia, y mediante artimañas como la mentira y el descrédito de sus “rivales” u oponentes, imponerse en su condición de minoría oportunista y con toda la carencia de moral revolucionaria que los caracteriza. Podemos decir por ello, que la etapa de descomposición n en las filas revolucionarias, no ha llegado aún al fondo, y que todavía tenemos que andar un importante trecho de avances y reveses, hasta que no nos hagamos capaces de decantar, toda la escoria que la tamaña crisis vivida nos ha adosado al cuerpo orgánico-político. Lenin también nos alecciona, cuando en la crisis del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, debió enfrentar las posiciones solapadas y engañosas de Martov y desenmascarar el discurso aparentemente revolucionario de una minoría, que de manera oportunista y falsa se apartaba de los principios y de la práctica revolucionaria, intentando dar una y otra vez golpes arteros a la disciplina, a la democracia interna y a la moral de la militancia revolucionaria. Lenin, les dijo con franqueza y acompañado de su temple teórico, que los vacilantes, que los cobardes, que los oportunistas, podían si así lo deseaban, caminar hacia el pantano, pero que soltaran las manos de los militantes honestos y se fuesen solos a las trincheras de la contrarrevolución n. Y así fue, Martov y su camarilla terminaron como (mencheviques) minoría engrosando las filas de los enemigos del proletariado.
Podemos decir entonces, que la historia vuelve a dejarnos lecciones, que lo que ahora nos toca vivir, como una lamentable etapa de descomposición n política y moral de algunos segmentos de la izquierda y los revolucionarios, se establece como una relación dialéctica de situaciones en la que el enfrentamiento de clases y no otro fenómeno, explica las causas y los efectos de la derrota obrera y popular, explica las necesidades y casualidades en el proceso de acumulación, aquilatamiento y finalmente desplome de la fuerza social revolucionaria, es decir, la lucha de clases explica todo el balance posible de un prolongado proceso de construcción político, social e ideológico y el carácter histórico de los enfrentamientos así como el revés objetivo de los sectores dominados traducidos en bajas de sus dirigentes y cuadros, por lo tanto, la lucha de clases explica también el descabezamiento de toda su fuerza. Pero también, poniendo atención a las contradicciones históricas, podemos integrar al análisis otra categoría de la dialéctica materialista: la relación contenido-forma, para poder explicarnos que, toda crisis y toda derrota, es el resultado provisional de la puesta a prueba de todo lo que táctica y estratégicamente se concibió como el movimiento histórico de los explotados, y en un periodo determinado de tiempo de la lucha de clases. Si es que hubo análisis y análisis riguroso, como amerita y exige una derrota, sea esta de orden táctico o estratégico; es bueno preguntarse ¿qué elementos de la ofensiva contrarrevolucionaria integró el balance? Hay que preguntar ¿qué elementos del alza (periodo-UP) y posterior reflujo de las masas fue considerado en el análisis? ¿Qué elementos de la reorganización n y de la etapa de resistencia (periodo-post- golpe) fue tomado en cuenta en la reflexión? ¿Cómo se asume y que características concretas tuvo el relevo (periodo de instauración del Modelo Económico) de los dirigentes y cuadros presos, desaparecidos y muertos, en el proceso de reconstrucción n y rearme de la izquierda y los revolucionarios? ¿Quiénes y cómo asumen y se asumen las tareas de conducción del nuevo periodo? ¿Qué capacidades y qué herramientas se utilizaron para definir la dirección revolucionaria del enfrentamiento? Cómo respondemos al hecho de que, durante dos décadas, la crisis, lejos de resolverse se haya profundizado, y que producto de esta profundización n se haya mantenido por ya tanto tiempo el reflujo de los sectores obreros y populares y que la derrota lejos de superarse se haya convertido en descomposición n moral y desarme orgánico-político.
No es en absoluto malo, poseer aunque sea una pequeña dosis de humildad, para reconocer, que nos ha faltado capacidad en muchos terrenos, capacidad y habilidad para estar a la altura del desafió revolucionario de acompañar a los sectores obreros y populares en este periodo de derrota y reflujo, contar con una visión certera, con una propuesta de trabajo clara, lúcida, poseer un empeño enérgico y estimulador de la voluntad social y política. Reconocer con honradez, que desde el punto vista teórico y práctico hemos estado a kilómetros de distancia de la contextura política y moral de nuestros héroes, aquellos camaradas caídos en la lucha y a los cuales decimos seguir en su ejemplo de coherencia revolucionaria. En periodos de costos políticos y sociales enormes para la clase, no se puede mirar la paja en el ojo ajeno sin ver la viga que hay en el propio, hacerlo es caer en una vergonzosa actitud oportunista que no nos ayuda a avanzar siquiera un paso. El reformismo pequeño burgués que se posesiono en la dirigencia de la izquierda, lo mismo que el radicalismo pequeño-burgués s, establecieron sus opciones frente al capitalismo, hacen sus propias rutas, caminos zigzagueantes y decisiones de conciliación que traicionan y confunden los rumbos de los trabajadores y los sectores populares. Allá ellos, pero los revolucionarios no podemos transformarlos en los objetos de nuestra política, nuestros destinatarios siempre son y deben ser los explotados y oprimidos, estén estos influenciados por las corrientes ideológicas que sean, nuestra misión es convencerlos y ganarlos para las filas de la revolución social. Tenemos demasiado que hacer y en condiciones de tanta debilidad y frente a tanta adversidad, que no podemos ni debemos distraernos ni desgastarnos políticamente con los amigos del pantano. Hay que girar la cabeza dirigir la mirada hacia las masas y exhortarlas a levantarse, a ponerse de pie e iniciar el camino de la lucha.A pesar de la crisis del sistema, los cambios revolucionarios no están a la vuelta de la esquina. Muy por el contrario, con la enorme maquinaria publicitaria del capitalismo, nuestra tarea de reconstrucción n, en las actuales condiciones de dispersión, se reduce enormemente y nos hace avanzar con gran dificultad. Hasta ahora, hemos desplegado liderazgos débiles y aislados de los escenarios más dinámicos de la lucha de clases. Por esta razón, urge que en la conciencia de la militancia revolucionaria se instale con absoluta lucidez la necesidad científica de la UNIDAD REVOLUCIONARIA precisamente con un sentido mayúsculo. Si no se logra comprender que la convergencia comporta una direccionalidad estratégica en la lucha contra el capital, todo esfuerzo político y social, por muy consecuente, honesto y dotado del espíritu de sacrificio que sea, resultará del todo inútil, frente al compacto y granítico cuadro de la dominación política e ideológica que nos presenta la gran burguesía y el imperialismo. Esta necesidad científica, clasista y revolucionaria; no la ven, no la requieren y no les importa en absoluto a los caudillos con sus chatos, grises y mezquinos afanes personales. La tarea es aislarlos de las filas revolucionarias, desenmascararlos y dejar en evidencia la naturaleza pequeño-burguesa de su conducta e impulsar con los cuadros y militantes honestos, el camino de la verdadera suma de fuerzas que sólo es posible con una cuota grande de esfuerzo, compromiso, disciplina y un temple moral capaz de hacer frente a todos las adversidades y desafíos de la lucha revolucionaria contra el capitalismo. Estamos en el convencimiento de que es la hora, de rescatar las herencias de fuego, los legados firmes y macizos de nuestros héroes y nuevamente levantar con decisión y orgullo las banderas de la libertad y el Socialismo.
“Hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera a la que se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.”
(Che: El Socialismo y el Hombre en Cuba)
Reinaldo Troncoso es miembro del Movimiento por la Convergencia Revolucionaria
Reinaldo Troncoso
Rebelión

A Nuestro Partido... un amar testarudo


Lo harán volar con dinamita.
En masa, lo cargarán, lo arrastrarán.
A golpes le llenarán de pólvora la boca. Lo volarán..¡Y no podrán matarlo!
Lo pondrán de cabeza sus deseos, sus dientes y gritos.

Lo patearán a toda furia. Luego, lo sangrarán...¡¡Y no podrán matarlo!!!
Coronarán con sangre su cabeza. Sus pómulos con golpes y con clavos sus costillas. Le harán morder el polvo. Lo golpearán...¡¡¡Y no podrán matarlo!!!

Le sacarán los sueños y los ojos. Querrán descuartizarlo grito a grito. Lo escupirán. Y a golpe de matanza lo clavarán...¡Y no podrán matarlo!...Le pondrán en el centro de la plaza, boca arriba mirando el infinito. Le amarrarán los miembros. A la mala, tirarán...¡Y no podrán matarlo!

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo....descuartizarlo, triturarlo, mancharlo, pisotearlo, desarmarlo....
Traicionado y negado será...pero, cuando se crea todo consumado, gritando ¡LIBERTAD! ...MAPU ha de volver,¡Y no podrán matarlo!

adaptación: de Canto Coral a Túpac Amaru II obra del poeta peruano Alejandro Romualdo